Algunas dificultades del lenguaje que aparecen en la
etapa infantil vienen dadas por una inmadurez en la musculatura facial y en el
resto de estructuras comprometidas en la producción del habla.
La importancia de
ejercitarlas es prácticamente desconocida por la familia, pues en los primeros
meses y años del niño, la máxima preocupación que se transmite desde el
pediatra es una correcta nutrición.
El habla tiene un
componente motor, no sólo es aprender palabras, sino que entra en juego un gran
número de estructuras y musculatura facial que el niño debe ir desarrollando y
ejercitando en los primeros meses de vida.
De esta manera
llegamos a la primera cuestión: ¿cómo ejercita el niño estas
estructuras? Cualquier persona, llegados este punto, se
preguntará cómo un niño mejora su coordinación, fuerza… de los labios o de la
lengua, por ejemplo, tan necesarios para poder articular correctamente los
sonidos que va a necesitar para hablar.
Pues este “entrenamiento” se lleva a cabo, en parte, por medio de
la alimentación.
Vamos a poner un ejemplo. Cuando un niño nace, la alimentación es uno de
los puntos importantes; o bien se elige lactancia materna o bien el biberón. En
cualquiera de los dos casos, el niño succiona, que es un acto reflejo, es
decir, no necesita de un control voluntario. Pero poco a poco, por medio de la
maduración, pasa a ser una actividad voluntaria, y así, cuando algo se acerca a
su boca ya no lo chupa de forma automática, sino que puede realizar otros
movimientos diferentes. De esta manera podemos introducir la cuchara. Pero qué
pasa entonces, que el cierre que antes hacía con los labios alrededor del
biberón, ya no le vale para la cuchara, porque esta es más pequeña y tiene otra
forma. Además ya no tiene que succionar, sino que tiene que usar los labios y
la lengua de otra forma para poder comer. Lo mismo ocurre con el paso al vaso:
la forma en la que el niño tiene que colocar su lengua y labios no es la misma
que necesitaba para el biberón o el pecho, ni para la cuchara.
Todo este aprendizaje y adaptación a las nuevas situaciones vienen
precedidos por una maduración que permite realizar este cambio,
pero también es necesario un aprendizaje por parte del niño, al igual que de
los padres, que deben conocer la mejor forma de introducir estos cambios,
facilitando su adaptación con el objetivo de que el niño sea lo más activo
posible en este proceso y buscando su mayor autonomía.
Este “trabajo” diario
de las estructuras implicadas en la alimentación, pero al mismo tiempo en el
habla, hará que el niño consiga una mayor destreza y variabilidad de
movimientos, lo que le llevará a “jugar” con estas estructuras, moviendo la lengua de
un lado a otro, haciendo “pedorretas”, intentando imitar al adulto que le
refuerza con una sonrisa o una carcajada… Esto favorecerá la aparición de los
movimientos más complejos necesarios para realizar todos los fonemas, sonidos
del habla, necesarios para hablar.
Así, el correcto cierre de los labios alrededor del biberón o del
pecho, en un primer momento, y de la cuchara o del vaso, posteriormente, hace
que ésta musculatura adquiera una adecuada fuerza y
coordinación todo ello necesario, por ejemplo, para la correcta articulación del fonema /m/, en
el que se necesita un buen contacto de los labios.
Aunque la mayoría de
los niños realizan estos cambios y se adaptan a las nuevas situaciones sin
ningún problema, otros pueden presentar ligeras dificultades. Con una intervención temprana y adecuada se logra que este tránsito
sea más fácil y tenga la menor repercusión en el desarrollo futuro del niño.
Todo esto debe
hacernos ver que los cambios en la alimentación no se producen de forma
automática ni los niños empiezan a hablar de la noche a la mañana. El habla conlleva un proceso, del que muchas veces no somos
conscientes, que requiere un aprendizaje, un “entrenamiento” anterior, que va a
dar lugar a su correcto desarrollo.
Para cualquier
consulta, recuerden que estamos a su disposición en el Gabinete Psicopedagógico
de Escuela Infantil Gaviota y estaremos encantadas de atenderles.